
Alonso Flores
Hematòleg e historiador
Taula de continguts
El Santo Grial
La palabra grial (pronunciada graal en francés antiguo, galaico-portugués y en inglés medio, grazal en los textos provenzales y greasal en catalán) parece ser una adaptación del término latino gradalis que implica la idea de un plato, escudilla o bandeja con viandas que es llevado a la mesa en diferentes momentos (gradus) de una comida.
El primer autor en mencionar al Grial es Chrétien de Troyes en su narración Perceval, también conocida como Le Conte du Graal, entre 1181 y 1181. La obra relata la visita de Perceval, quien aspira a ser caballero del Rey Arturo, al castillo del Rey Pescador, en el cual le muestran un grial. Dentro tiene una especie de oblea que, milagrosamente, alimenta al herido padre del rey. Aunque posee un claro simbolismo cristiano, el autor habla simplemente de un grial, sin designarlo como santo. Este libro marcaría el comienzo de la leyenda. Robert de Boron, en su libro Joseph d’Arimathie y Estoire del San Graal es el responsable de transformar el grial en el Santo Grial. Este autor inglés espiritualiza el simple plato mencionado por el francés y lo convierte en la copa de la última cena, la misma que, según sostenían las leyendas, José de Arimatea usó después para recoger la sangre de las heridas durante la crucifixión de Cristo. A partir de este momento, los textos posteriores se concentran en dos historias diferentes. Por un lado, las relacionadas con la búsqueda del Santo Grial, emprendidas por los caballeros del Rey Arturo, y por el otro, las que relatan la propia historia del Grial desde los tiempos de José de Arimatea.
El Parsifal de Eschenbach
Este libro refleja la tradición alemana que luego inspiraría la ópera de Richard Wagner. La historia presenta grandes paralelismos con la tradición francesa, aunque tiene elementos específicos de la misma, el más importante de los cuales es la identificación del Grial con una piedra preciosa «del más puro origen». Según algunos estudiosos, Wolfram von Eschenbach se inspiró para esta descripción en el pasaje del Apocalipsis: 2, 17, en el cual se habla de «una piedra blanca» entregada por el Señor a su elegido:
«Sé bien que viven muchos valientes caballeros en Munsalwäsche, junto al Grial. Cabalgan una y otra vez en busca de aventuras (…) Os diré de qué viven: se alimentan de una piedra, cuya esencia es totalmente pura. Si no la conocéis, os diré su nombre: lapis exillis. Esta piedra se llama también el Grial”.
La abadesa y mística Hildegard von Bingen, en el siglo XII, relaciona el lapis exillis con la piedra desprendida de la corona de Lucifer en el momento de su rebelión contra Dios.
Ciclo de la Vulgata
Esta fuente, iniciada probablemente en el s XIII y o fuertemente influida por los escritos de san Bernardo de Claraval, presenta la Demanda del Santo Grial (un libro de caballerías francés, de autor desconocido, cuya traducción al español fue publicada en Toledo en 1515) imbricada dentro del universo artúrico, enriqueciendo la tradición con otros elementos como una descripción del origen y significado del Grial. Según esta fuente, el cáliz habría pertenecido al servicio de mesa de José de Arimatea, un rico comerciante judío, quien según la tradición organizó la Última Cena.
José de Arimatea habría solicitado a Poncio Pilatos que se le entregara el cuerpo de Jesús (a quien hizo enterrar en una tumba de su propiedad) y la lanza con que fue herido (que quedó en su poder, junto con la copa). Como José era un próspero comerciante, en un viaje de negocios habría llegado hasta Albión (antiguo nombre de Gran Bretaña) y estableció su residencia en ella, levantando una capilla en Glastonbury. Al morir José, los poemas aseguran que se nombró a un caballero para custodiar las reliquias, siendo Sir Pelles el guardián del Grial. Otro caballero, Sir Balin el Salvaje, quiso robarlo junto con las demás reliquias. Ambos se batieron en un duelo, pero al perder su espada, Sir Balin tomó la lanza sagrada e hirió a Pelles. Inmediatamente el castillo se derrumbó debido a la profanación.
El Grial, entonces, desapareció de la vista de los hombres hasta que un caballero puro de corazón lo encontrara. Finalmente sir Galahad, el más santo de los caballeros de la Mesa Redonda, halló el cáliz. Al morir, según los relatos del ciclo, el Grial fue llevado junto a lanza de Longinos al Reino Celestial.
El medievalista alemán Otto Rahn, más conocido por su vinculación con el régimen nazi, había escrito un libro sobre el tema: Kreuzzug gegen den Gral (Cruzada contra el Grial. Tragedia del catarismo) donde vinculaba al Grial con el movimiento cátaro, Rahn llamó la atención de Heinrich Himmler, jefe de la ocultista Sociedad Ahnenerbe, quien lo hizo ingresar a las SS. Disgustado con esta organización, Rahn renunció y posteriormente fue encontrado muerto (oficialmente se le calificó como suicidio). Este y otros episodios han dado pie a la creencia en una búsqueda secreta del Grial y otras reliquias por la jerarquía nazi, siempre vinculada a temas ocultos, evidenciados en nuestra tierra durante la visita de Himmler al monasterio de Montserrat.
En algunos textos de la Baja Edad Media, el Santo Grial aparece transcrito como «San Gréal», lo que ha dado lugar a interpretaciones esotéricas, según las cuales el nombre derivaría de una supuesta forma «Sang Réal», es decir, «sangre real». Según los defensores de esta idea, que no es aceptada por los medievalistas, la mención de la sangre no se refiere a la de Cristo recogida en la copa, como sostienen unánimemente los textos, sino a sus supuestos descendientes a través de María Magdalena. Tal hipótesis se desarrolla en el libro de Richard Leigh y Henry Lincoln: El enigma sagrado (The Holy Blood and the Holy Grail) utilizado como fuente por Dan Brown para su novela El Código Da Vinci.
Supuestos griales
Varias poblaciones consideran a diversas reliquias y copas antiguas como el Santo Grial. Repasemos las más conocidas.
El Santo Cáliz de Valencia

Ligado a la figura de San Lorenzo, nacido en Osca (Huesca) ó en Valencia. Los padres de Lorenzo, santos Orencio y Paciencia, eran de Huesca, aunque murieron en Roma, y se supone que habrían llegado a la ciudad de Valencia por motivo de las persecuciones. De allí se trasladaron a Roma con su hijo.

En cuanto al Santo Cáliz aragonés, se dice que éste fue llevado a Roma por San Pedro y que lo conservaron los Papas sucesores a éste hasta Sixto II. Según la Vida y martirio de san Lorenzo, texto apócrifo del siglo XVII supuestamente basado en la obra del monje Donato (siglo VI), el papa Sixto II entregó al diácono Lorenzo el Santo Cáliz junto a otras reliquias, para que las pusiera a salvo para librarlo de la persecución del emperador Valeriano. En la cueva romana de Hepociana, Lorenzo acudió a una reunión de cristianos presidida por el presbítero Justino. Allí halló a un condiscípulo y compatriota hispano, llamado Precelio, originario de Hippo (la moderna Yepes en Toledo), en la Carpetania, a quien entregó varias reliquias, entre ellas el santo cáliz, con el encargo de que las llevara a la familia que le quedaba en Huesca. Precelio llevó las reliquias a los tíos y primos de Lorenzo en Huesca que las escondieron, perdiéndose la pista, aunque desde el año 258 hasta el 712 estuvo en poder de los obispos aragoneses. Algunas tradiciones afirman que el santo cáliz fue depositado en la iglesia de san Pedro de la localidad, de donde sería puesto a salvo por el obispo Acilso cuando huyó en 711 ante el avance de los musulmanes, para esconderse en los Pirineos, en la cueva de Santa Orosia, cerca de Sabiñánigo. Siendo obispo Ferriolo se guardó algún tiempo en el monasterio de San Pedro de Siresa. También pasó por el monasterio de Santa María de Sasabe, entre los valles de Canfranc y Hecho. El último de los obispos que allí vivió, García I, lo trasladó en 1044 a su residencia en la ciudad de Jaca, donde por aquellos años el rey Ramiro I estaba reedificando su catedral. En el año 1076 el obispo Sancho I, al renunciar al cargo y retirarse al monasterio de San Juan de la Peña se lo llevó consigo.

Allí permaneció hasta el 26 de septiembre de 1399, cuando a instancias del rey Martín de Aragón fue llevado a Zaragoza. Este rey lo trasladó unos años después del palacio de la Aljafería a la capilla de su palacio en Barcelona, siendo inventariado en 1410 en su nueva ubicación. A su muerte, gran cantidad de las alfayas (alhajas) que atesoraba el rey fueron trasladadas al palacio de su sucesor el rey Alfonso V de Aragón en Valencia. El Santo Cáliz fue conservado y venerado durante siglos entre las reliquias de la catedral, y hasta el siglo XVIII se utilizó para contener la forma consagrada el Jueves Santo. Durante la guerra de la Independencia, entre 1809 y 1813, fue llevado por Alicante e Ibiza hasta Palma de Mallorca, huyendo de la rapacidad de los invasores napoleónicos.
En el año 1916 fue finalmente instalado en la antigua sala capitular de la catedral valenciana, habilitada como Capilla del Santo Cáliz. Precisamente esta exposición pública permanente de la sagrada reliquia hizo posible que se divulgara su conocimiento, muy reducido mientras permaneció reservado en el relicario de la catedral. El Papa Juan Pablo II celebró la eucaristía con el Santo Cáliz durante su visita a Valencia en noviembre de 1982 y lo mismo sucedió con el Papa Benedicto XVI que celebró la eucaristía en julio de 2006.

En realidad, la reliquia es la parte superior; una taza de ágata finamente pulida, que muestra vetas de colores cálidos cuando refracta la luz. Mucho más posteriores son las asas y el pie de oro finamente grabados.
El Cáliz está formado por una copa de ágata de 7 cm de altura y 9,5 cm de diámetro que fue datada entre los siglos IV a.C. y I d. C. y labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina, por lo que pudo estar en la mesa de la Santa Cena. Lo que nunca podremos precisar es la fecha exacta en que esa pieza pasó a ser cáliz porque no se puede emplear la prueba del carbono 14 al no tratarse de un cuerpo orgánico, ni tampoco si éste fue realmente utilizado por Jesús. El arqueólogo Antonio Beltrán ha fechado la copa superior en torno al cambio de era (siglo I).

Tan sólo tres rasgos nos permiten una aproximación cronológica: la moldura existente en el borde; la delgadez de las paredes y la forma del pie. Todo ello, junto a la cronología de los paralelos más próximos, nos permite aproximar una datación amplia para esta copa entre los siglos I a JC y III d JC. De procedencia mayoritariamente alejandrina, en el mundo romano este tipo de vasos tuvo un especial auge en los siglos I-II d JC, cuando formaba parte de la vajilla utilizada por las elites como un símbolo de distinción social.
La copa presenta diversas patologías, una de ellas de carácter traumático. Se trata de su fractura producida como consecuencia de una caída el Viernes Santo del año 1744. Un maestro platero recompuso los fragmentos mayores, aunque quedó un pequeño hueco en el borde. La piedra tiene una gran mancha blanquecina por el exterior que se extiende desde el borde hasta cerca de la base, que es propia de la coloración natural de la piedra. También presenta algunas irregularidades de carácter natural y trazas de trabajo, originadas durante el proceso de labra y pulimento, que pueden verse en distintas partes.
La Archidiócesis de Valencia no autoriza el desmontaje del cáliz porque, según afirma, existen pruebas suficientes que confirman su autenticidad. Hasta el momento, el único estudio de la pieza que existe de este tipo lo realizó hace cincuenta años el catedrático de arqueología de la Universidad de Zaragoza, Antonio Beltrán. Éste concluyó que el aspecto inicial del cáliz aragonés era muy diferente al actual. El pie, las asas y la vara de unión se añadieron tiempo después a la copa.
Las similitudes encontradas en la estructura del monasterio de San Juan de la Peña y las descripciones del entorno, de los poemas de Chrétien de Troyes y Wolfran von Essembach, sustentarían la hipótesis de que este fue el lugar donde se generó la leyenda medieval, siendo el Castillo del Grial citado en el poema, una referencia al monte San Salvador a cuyos pies se encuentra San Juan de la Peña.

La copa ovalada que sirve de base, igualmente tallada en ágata, es posterior, posiblemente una manufactura fatimí que puede fecharse entre los siglos X y XII. El borde es liso, y Beltrán no da el grosor de la pared. La superficie externa conserva finas trazas de pulimento, sobre todo en la parte más próxima a la base. En la parte izquierda de uno de sus lados mayores se ve una inscripción cúfica incisa con la técnica propia de la glíptica, dispuesta casi verticalmente y que tiene 1,5 cm de longitud. La inscripción es posterior al acabado de la pieza. Sus rasgos son propios de la epigrafía cúfica usada en todo el ámbito mediterráneo hasta el siglo XII. Es un adjetivo femenino que debe transcribirse como lilzáhira y puede traducirse como ‘la resplandeciente’ o ‘la brillante’, por lo que posiblemente se trataba de una dedicatoria y su origen podría ser Medina Azahara. En el Parzival se menciona también una inscripción del cáliz, pero milagrosa, pues se borra tan pronto es leída.
Algún estudioso comenta que la base ya estaba presente en Jaca en noviembre de 1135 cuando Ramiro II concede prebendas a San Juan de la Peña, a Santa María de Ibozar y otras tenencias, como compensación por “per illo calice de lapide precioso et per un urceo similiter de lapide precioso que traxi de sancto Iohanne”.

En el conjunto de la montura, el elemento más discordante son las asas. Tanto los cálices románicos como los góticos existentes en nuestro país no tienen asas, siendo la principal diferencia entre ambos que la copa semiesférica característica del románico da paso a la cónica en el gótico. Podemos ver como ejemplos el posteriormente mencionado Cáliz de Doña Urraca conservado en el Museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León, y el Cáliz de Santo Domingo de Silos, ambos del siglo XI.
La presencia de las asas podría tener un carácter meramente funcional, aunque parece más probable que responda a alguna influencia o corriente artística. Sin embargo, la mayor parte de los cálices que utilizan copas antiguas de piedras ornamentales y están dotados de asas son de procedencia bizantina o pueden encuadrarse en esta tradición y se fechan entre los siglos X y XII, por lo que parece difícil establecer algún tipo de relación entre ellos y las del Cáliz de Valencia, que se fecha hacia el siglo XIV y es muy diferente desde el punto de vista estilístico. La pieza ya estaba completada en 1550, como se puede observar en la pintura de Juan de Juanes en el Museo del Prado.
Los dos Papas que han visitado la ciudad de Valencia (Juan Pablo II y Benedicto XVI), han usado este cáliz en las Eucaristías multitudinarias de sus visitas. Algunos consideran por ello que la Iglesia es favorable a la autenticidad de esta reliquia. En este sentido, el Vaticano ha aprobado un Año Santo Jubilar para el “Santo Grial de Valencia”. El cardenal Cañizares anunció su intención de declarar el primer Año Santo Jubilar en Valencia por el Santo Cáliz en octubre del 2015 y que debe repetirse cada 5 años.
En torno al Cáliz de la Catedral de Valencia destacan la Cofradía del Santo Cáliz fundada por Benjamín Civera Miralles, Celador del Culto del Santo Cáliz, y erigida canónicamente en la Catedral, con estatutos aprobados ‘ad experimentum’ el 25 de marzo de 1952, y con carácter definitivo, por parte del Prelado, el 25 de noviembre de 1955 así como la Real Hermandad del Santo Cáliz, cuerpo colegiado de la nobleza titulada valenciana y creada por el Arzobispo José María Salvador y Barrera en febrero de 1918.
El Cáliz de doña Urraca:

El cáliz se compone de dos cuencos muy antiguos; el copón propiamente dicho y otro que le sirve de peana, hechos en piedra de ónice, probablemente de origen romano. Doña Urraca (1033-1101) donó sus joyas personales para decorar estos cuencos.
Las piezas de ónice están recubiertas de oro en la copa, nudo y peana, dejando al descubierto parte de la copa y casi toda la peana. El interior de la copa también está revestido de oro. Este metal está trabajado con gran delicadeza en filigranas que forman dibujos, arquillos, espirales y pequeños caracoles. En los huecos se incrustaron zafiros, perlas, esmeraldas, aljofares (pequeñas perlas irregulares) y un camafeo de pasta vítrea en el que se representa un rostro sonriente.
Por encima de la peana y antes del nudo hay una inscripción que dice: IN NOMINE DOMINI VRRACA FREDINANDI
Según los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega, fueron localizados en la Biblioteca Nacional de El Cairo unos documentos medievales que apoyan la teoría del Cáliz. Estos procedían de la Universidad de Al Azhar; y relataban que la pieza era “la copa que la comunidad cristiana de Jerusalén, en el siglo XI, consideraba que era el cáliz de Cristo“.
Supuestamente, un texto traducido decía que la copa venerada por los cristianos por haber pertenecido al Mesías había sido enviada al sultán de Denia, Ali ibn Muyahid ad-Danii. El sultán de Denia había enviado un barco con alimentos al sultán fatimí Al-Mustansir hacia el 1055 para que Egipto superara una hambruna. En agradecimiento, el imán Al-Mustansir envió un barco cargado de tesoros, entre ellos la copa, al sultán de Denia. En el viaje, la reliquia habría sido escoltada por el obispo de León, que entonces se encontraba de peregrinación en Jerusalén (situación harto sospechosa). En el texto se dice que la intención del sultán de Denia era enviar la copa al rey de León, Fernando I el Magno, para fortalecer su amistad con él.
En un segundo texto se habla de que el jefe de la expedición a Denia fue Bani-l-Aswad. En dicha expedición uno de sus hombres habría desprendido con una gumía un trozo de la copa. Dicha esquirla habría sido enviada a Saladino y habría sido utilizada para curar a su hija poniéndole el trozo de piedra sobre el cuerpo.
Según los historiadores José Miguel Ortega del Río y Margarita Torres Sevilla, la copa aparece citada en la crónica de Lucas, obispo de Tuy, en el siglo xiii, en la obra Viages del humanista del siglo xvi Ambrosio de Morales y en la vida de san Isidoro de Sevilla redactada por Fray Tomás Granada y el padre José Manzano en el siglo xviii.
En el año 2010 la copa fue desmontada para la realización de una réplica y pudo apreciarse que le faltaba una esquirla, lo cual encaja con la teoría de que esta fue enviada a Saladino.
Fue el historiador francés Patrick Henriet el primero en cuestionar, en un artículo publicado en Francia, la teoría de que el cáliz de Doña Urraca fuese el Santo Grial, y acusando a Ortega y a Torres de entremezclar ciencia y novela.
Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Huelva, en la reseña del libro Los reyes del Grial, hace hincapié en la confusión entre ficción y conocimiento que adolece la historia. Pone de manifiesto una falta de claridad en el hallazgo de los pergaminos de El Cairo, en el contenido y traducción de los propios documentos y en una datación poco rigurosa, que hace que se muestre escéptico al respecto. Asimismo, desmonta la teoría planteada del ocultamiento voluntario de la reliquia por parte de la monarquía o de la Iglesia. Califica el libro como “obra comercial estratégicamente diseñada”.
Igualmente, frente a las aseveraciones que identifican el cáliz de doña Urraca con el Santo Grial, el investigador de la Escuela de Estudios Árabes de Granada, Luis Molina Martínez, vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, argumenta que se están confundiendo las fechas e, incluso, produciéndose graves errores de traducción. A finales de 2017, seguía Luis Molina argumentando en contra de la teoría y de las pruebas presentadas en el blog del CSIC, con un artículo que no dejaba lugar a dudas: “La falsa historia del Grial de León”.


El Panteón de los Reyes de San Isidoro de León alberga unas maravillosas pinturas murales románicas. En una de ellas se muestra la Santa Cena y a un copero (Marcial) que porta a la mesa un cáliz negro.
Sacro Cantino

El Sacro Catino de Génova, en el Museo del Tesoro de la catedral de San Lorenzo, que fue llevado allí tras la Primera Cruzada, es un plato hexagonal verde que se creía de esmeralda, aunque se ha demostrado que se trata de un cristal verde egipcio. Los genoveses, en realidad, nunca han sostenido que se trate del Santo Grial, sino de una pieza de la vajilla usada durante la Santa Cena. Se cuentan tres posibles orígenes de la pieza:

- La fuente principal para la historia del Catino es Jacobo de la Voragine, que en su Leyenda Aurea cuenta que, durante la Primera Cruzada (Siglo XI), soldados genoveses al mando de Guglielmo Embriaco participaron en la toma de Cesarea (1101), entrando en posesión de lo que se creía era el plato con el que Jesucristo comió durante la Última Cena.
- La Primera Crónica General (1270) dice que entre el botín tomado en el saqueo de Almería en 1147 figuraba ‘un vaso de piedra esmeralda que era de tamaño como una escudilla’, que Alfonso VII tuvo que regalar a los genoveses y estos guardaron haciéndolo proceder de la Jerusalén ocupada por los cruzados.
- El arzobispo Guillermo de Tiro escribe en la segunda mitad del siglo XII que los cruzados habrían encontrado el plato de esmeralda, en un templo construido por Herodes el Grande y lo habrían comprado a caro precio, para venderlo más tarde.
Al inicio del siglo XIV el cardenal Luca Fieschi obtiene el Catino como pago del préstamo de 9500 liras que le hace al Comune de Génova. El Comune rescató el Catino en el año 1327 y establece que, en el futuro, no podrá ser enajenado ni sacado fuera de la sacristía de la Catedral.
Cuando Génova fue conquistada por los franceses al mando de Napoleón Bonaparte en 1806, el plato fue llevado a París y el 14 de junio de 1816 fue devuelto de nuevo a Génova, roto en diez pedazos. Ha sido objeto de varias restauraciones: la primera, en 1908 y la última y más reciente en 1951.
El estudio del objeto realizado durante su permanencia en Francia por parte de la Academia de las Ciencias del Instituto de Francia estableció que es de cristal bizantino y no de esmeralda. Estudios posteriores han retrasado la datación del objeto, considerándolo manufactura islámica del siglo IX o X.
Santo Grial a O’Cebreiro

El Santo Grial de O ‘Cebreiro (Lugo): El Cebreiro es una aldea de Galicia en el Camino de Santiago. En ella existe un cáliz, que posee una gran importancia religiosa, ubicado en el Monasterio de Santa María do Cebreiro, existente desde mediados del siglo IX y vinculada a un hospital que asistía a los viajeros. El Cáliz en cuestión parece datar del siglo XII y presenta las inscripciones: “Hoc sacratur quo cuntis vita parabatur” y “In nomine nostri christi et beate Marie Virgine“. Una leyenda mencionada por diversas fuentes históricas relata que sobre el altar de la capilla lateral de la iglesia estaba celebrando la eucaristía un monje. El religioso pensaba que aquel crudo día de invierno, en que la nieve se amontonaba y el viento era insoportable, nadie vendría a la misa, pero un tal Juan Santín, devoto vecino de la aldea de Barxamaior acudió. El monje menospreció el esfuerzo del campesino “para ver un poco de pan y de vino”, pero en el momento de la consagración la Hostia se convirtió en carne sensible a la vista, y el contenido del cáliz en sangre, la cual manó hasta teñir los corporales.
La leyenda, según algunos, llegaría al norte de Europa, llevada por los peregrinos franceses y alemanes, siendo la inspiración de ciertos relatos vinculados al Grial. En 1486 los Reyes Católicos, de peregrinaje a Santiago, se detuvieron en el monasterio y donaron los fanales donde se guardan las reliquias del milagro. Se supone que este cáliz es el que figura en el escudo de Galicia, pero lo cierto es que el cáliz era un emblema de Galicia por razones de paronomasia (semejanza fonética entre dos ó más palabras que se diferencian por una vocal ó consonante). El medievalista Mathew Kuefler llegó a la conclusión de que, en realidad, la creencia de que el Cáliz de O Cebreiro fuese asimilado al Santo Grial es producto de una simple confusión lingüística, ya que la hospedería de O Cebreiro estaba dedicada a San Geraldo de Aurillac, cuyo nombre se pronunciaba Guiral en occitano, dando pie a dicha confusión: de ahí la asociación entre la copa milagrosa en la hospedería de San Guiral y el Santo Grial.
Cáliz de Antioquía
El Cáliz de Antioquía, ya descrito, de la Colección Cloisters del Metropolitan Museum de Nueva York, descubierto en Siria a principios del siglo XX. Investigaciones de finales del siglo XX sostienen, sin embargo, que la copa de Antioquía sería una falsificación contemporánea a su hallazgo.
Vaso Nanteos

El Vaso de Nanteos es un cuenco medieval de madera, procedente de la Mansión Nanteos, en Gales. Según la tradición de la familia Powell, propietaria de la reliquia, procede de la abadía de Glastonbury. Fue encontrado en Gloucester, y al parecer durante la Edad Media se le atribuyeron propiedades curativas, por lo que los bordes se desgastaron de tantas personas como bebieron de él. Durante el siglo XIX, se encontraba expuesto en la iglesia de Nanteos, y hasta allí acudió Richard Wagner para verlo e inspirarse para su drama musical, Parsifal, el caballero blanco que encontró el Grial según las leyendas artúricas.
Sin embargo, los que lo examinaron llegaron a la conclusión de que se trata de un objeto del siglo XIV. Además, la tradición judía evita objetos porosos (como la madera) para la degustación del vino. Al ser de madera queda descartado que sea el usado durante la última cena, pero algunos autores creen que posiblemente estuviera vinculado o fuera el origen de las leyendas artúricas y la búsqueda del Grial.
Copa de Hawkstone Park

La Copa de Hawkstone Park, propiedad de Victoria Palmer. La reivindicación de esta pieza ha sido hecha por Graham Phillips, quien sostiene que la pieza fue llevada a Inglaterra tras ser saqueada Roma por los visigodos.
La copa no mide más de seis centímetros, está hecha de una piedra semipreciosa (ónice verde) y, según el propio Philips, es muy posible que date de la época

romana, aunque no se descarta que proceda de épocas posteriores. Como parece ser un frasco de óleos ó perfume, se dice también que fue la copa de perfume que María Magdalena vertió sobre Jesús. A través de las leyendas del Grial, Graham Philips encontró una pista con referencia a la existencia de la reliquia en el siglo XIII en manos de una familia británica. En el siglo XIX el historiador Thomas Wright, habría escondido la pieza en una pequeña cámara secreta en la base de la estatua de un águila de piedra que se habría encargado con este fin (una historia digna de las aventuras de Indiana Jones). La estatua habría sido escondida en una cueva artificial en Hawkstone Park, a 24 kilómetros al noreste del castillo de Whittington. Thomas Wright habría dejado la clave de su ubicación al final de su poema épico sobre los antepasados de su mujer y el Grial. En dicho poema añadía 14 palabras y 24 cifras romanas. Walter Langham en 1924 resolvió la clave y encontró la copa tras romper la estatua de un águila. Este hecho aparece documentado en la guía Shropshire Rambles de 1934. La copa habría llegado a Victoria Palmer por herencia pues es bisnieta de Thomas Wright.
Achatschale

Achatschale: el Cuenco de Ágata que se encuentra en el tesoro de los Habsburgo en Viena. Se trata de un cuenco del siglo IV procedente de Constantinopla o Tréveris y que lleva una supuesta inscripción que puede leerse como XRISTO, interpretada como una referencia a Cristo, o bien como ARISTO, que podría ser el nombre del grabador. Las últimas investigaciones revelan que se trata, simplemente, de una ilusión óptica. El cuenco forma parte de las reliquias imperiales del desaparecido Sacro Imperio Romano Germánico entre las cuales también figura la Lanza de Longinos, y dada la presunta inscripción, fue asociado, sólo desde el siglo XX, con el Grial.
Cáliz de Ardagh

El Cáliz de Ardagh encontrado en Irlanda se halla en el museo nacional de Dublín. Se trata de una pieza de orfebrería irlandesa fechada en el siglo VIII y nunca fue identificado con el Grial de la leyenda.
Copa de Santa Isabel

Copa de Santa Isabel: Copa que perteneció a Santa Isabel de Hungría, a la cual, tras la muerte de la santa, se le atribuyeron curaciones milagrosas. Isabel fue educada en la corte de Turingia, donde residió por un tiempo Wolfram von Eschenbach, autor de Parsifal.
Copa de Santa Inés
La Copa real de oro o Copa de Santa Inés es una copa sólida recubierta de oro, magníficamente decorada con esmalte y perlas. Fue hecha para los miembros de la familia real francesa a finales del siglo XIV, y más tarde perteneció a varios monarcas ingleses antes de pasar casi 300 años en España. Desde 1892 se encuentra en el Museo Británico.
La copa está hecha de oro sólido, de 23,6 cm de altura con un diámetro de 17,8 cm en su punto más amplio, y un peso de 1,935 kg. Tiene una tapa que se puede retirar, pero la base triangular en la que se sostenía actualmente se ha perdido.

El pie de la copa se ha extendido (alargado) dos veces, añadiéndole unas bandas cilíndricas; ya que la pieza originalmente era un poco más baja, lo que le daba una forma general con «una robustez típica y una elegancia rechoncha». Se ha perdido el florón, ornato original de la tapa y se retiró una moldura decorada con 36 perlas del borde exterior de la tapa. Actualmente una tira de oro con rebabas dentadas se puede ver donde estaba adjuntada. Presumiblemente ligaba con la que todavía encontramos en torno al pie de la copa.
Las superficies de oro están decoradas con escenas con esmalte basse-taille con colores translúcidos que reflejan luz del oro por debajo, muchas áreas de oro tanto bajo el esmalte como en el fondo tienen decoración grabada y pointillé trabajada en el oro. En particular la decoración presenta grandes áreas de rojo translúcido, que han sobrevivido en unas condiciones excelentes. Este color, conocido como rouge clair (rojo claro), era el más difícil de conseguir técnicamente. Escenas de la vida de Santa Inés se encuentran alrededor de la parte superior de la cubierta y la parte inferior del cuerpo principal. Los símbolos de los Cuatro Evangelistas los podemos encontrar alrededor del pie de la copa y hay medallones de esmalte tanto en el centro del interior de la copa como el centro de la tapa. La más baja de las dos bandas añadidas contiene la rosa Tudor en esmalte sobre un fondo labrado con pointillé que, aparentemente, se añadió durante el reinado de Enrique VIII. La banda alta tiene una inscripción grabada rellenada de esmalte negro, con una barrera de ramas de laurel en verde para distinguir el extremo de la inscripción de su comienzo.
La copa llegó al Museo Británico en una caja hexagonal de piel hecha expresamente, con una estructura de madera, y con una cerradura, mangos y un soporte de hierro. Fue hecha o bien al mismo tiempo o bien poco después de la copa, y tiene una decoración foliada, incisa y estampada como también una inscripción en letra gótica: YHE.SUS.O.MARYA.O.MARYA YHE SUS.
Aparece claramente documentada por primera vez en un inventario del año 1391 de todos los artículos de valor que pertenecían a Carlos VI de Francia (quien reinó entre el 1380 y el 1422), del que sobreviven dos copias en la Biblioteca Nacional de Francia. La copa aparece en otro inventario de Carlos V en 1400, de Juan de Lancaster, 1er Duque de Bedford (1389 a 1435), hijo de Enrique IV, quien fue, de forma breve, regente tanto de Francia como de Inglaterra en nombre de su sobrino Enrique VI. No se conoce como adquirió la copa, pero, según se afirma, recibió muchos regalos de Carlos VI.
La copa se describe más brevemente como primer elemento en una lista de objetos de valor de la propiedad de Bedford preparada por el ministro de Enrique VI, el cardenal Henry Beaufort, pero el trípode no es mencionado, algunas de las joyas faltan y el tema se identifica incorrectamente como la vida de Santa Susana y no Santa Inés.
La copa no aparece en un inventario real de 1441; pero aparece por primera vez en los registros de la nueva dinastía Tudor bajo el reinado de Enrique VIII en 1521. En ese momento la tapa había perdido el florón “adornado con cuatro zafiros, tres rubíes y quince perlas”, descrito en el inventario de Carlos VI. Se describe de nuevo en inventarios de 1532 y después de la muerte de Enrique VIII en 1547. Bajo el reinado de Elizabeth I fue inventariada en 1574 y el 1596. Una delegación española llegó para la Conferencia de la Casa Somerset, que acabaría con un tratado, firmado en 1604. El líder de los diplomáticos Habsburgo era Juan Fernández de Velasco y Tovar, Condestable de Castilla. La entrega de la copa fue documentada tanto por el lado inglés como por el lado español.
En 1610 el Condestable dio la copa a un convento de Medina de Pomar, cerca de Burgos, como describe un documento. Su escritura de garantía del regalo sobrevive, e informa que la condición del regalo era que no fuera alineada con el convento. La copa permaneció en el convento hasta 1882, cuando las monjas, debido a problemas económicos, tuvieron que venderla. En algún momento de este periodo es cuando el borde de perlas de la cubierta fue extraído. La envían a vender a Paris y no a España, con una oferta bastante baja, por lo que fue rápidamente aceptada. Posteriormente pasa a Londres, donde Samson Wertheimer estaba de acuerdo “con mucho espíritu público” de vender la copa al Museo Británico por las £8.000 que había costado. En 1891 escribió a Sir Henry Tate, de la famosa Tate Gallery: “Una copa de oro muy maravillosa ha aparecido devuelta a este país tras una ausencia de 287 años, y estoy ansioso por verla expuesta en el Museo Nacional y no llevada a América”.